¿Alguna vez han sentido que un objeto (por ejemplo un libro) tiene cierta magia, una especie de poder que irremediablemente les atrae, como si les hablara y les pidiera que lo tomaran, aunque nunca antes lo hayan visto?
Hace un par de meses, me encontraba deambulando por el baratillo, cuando de pronto, - como me ha sucedido en alguna otra ocasión con otra cosa- sentí que de en medio de un tendido de libros, me llamaba uno. Estaba yo distraída husmeando en otros puestos, pero una fuerza incompresible me atrajo hacia el puesto de los libros, - que yo no había caído en cuenta de que estaba ahí- y casi al instante tome entre mis manos Cuando la tierra era niña, Historias de la Mitología Griega de Nathaniel Hawthorne, y tras leer el título y echar un rápido vistazo a la ilustración de la portada, sin haber intentado indagar algo de su contenido en un página al azar o en su contraportada, donde los libros suelen tener escrita una especie de sinopsis, pregunté al tendero:
- ¿Cuánto cuesta éste?
- 30 pesos.
Saqué los treinta pesos del bolso de mi pantalón y se los entregué al encargado. Metí el libro en la mochila y me fui de ahí maravillada con la firme sensación de haber hecho un valioso hallazgo.
Suelo tener una adicción a veces loca a la lectura, que temporalmente mantengo controlada, pero de pronto me dejo envolver deliberadamente por esta irrefrenable necesidad de leer, y puedo devorar unas 1000 páginas en una semana o hasta cinco libros, todo por puro gusto, y eso sí, con sus consecuentes desvelos y descuido de mis tareas domésticas.
Ojalá fuera sólo eso, pero la cuestión es, que a este lapsus anxius de lectura sigue uno igual de necesidad de indagar más sobre el tema del que haya leído o sobre cualquier otro, lo que trae como resultado que pase largas horas frente al ordenador, navegando en la red, y casi siempre termino leyendo de un tema totalmente distinto y en apariencia sin relación alguna al que motivó mi búsqueda.
Hace un par de meses, me encontraba deambulando por el baratillo, cuando de pronto, - como me ha sucedido en alguna otra ocasión con otra cosa- sentí que de en medio de un tendido de libros, me llamaba uno. Estaba yo distraída husmeando en otros puestos, pero una fuerza incompresible me atrajo hacia el puesto de los libros, - que yo no había caído en cuenta de que estaba ahí- y casi al instante tome entre mis manos Cuando la tierra era niña, Historias de la Mitología Griega de Nathaniel Hawthorne, y tras leer el título y echar un rápido vistazo a la ilustración de la portada, sin haber intentado indagar algo de su contenido en un página al azar o en su contraportada, donde los libros suelen tener escrita una especie de sinopsis, pregunté al tendero:
- ¿Cuánto cuesta éste?
- 30 pesos.
Saqué los treinta pesos del bolso de mi pantalón y se los entregué al encargado. Metí el libro en la mochila y me fui de ahí maravillada con la firme sensación de haber hecho un valioso hallazgo.
Suelo tener una adicción a veces loca a la lectura, que temporalmente mantengo controlada, pero de pronto me dejo envolver deliberadamente por esta irrefrenable necesidad de leer, y puedo devorar unas 1000 páginas en una semana o hasta cinco libros, todo por puro gusto, y eso sí, con sus consecuentes desvelos y descuido de mis tareas domésticas.
Ojalá fuera sólo eso, pero la cuestión es, que a este lapsus anxius de lectura sigue uno igual de necesidad de indagar más sobre el tema del que haya leído o sobre cualquier otro, lo que trae como resultado que pase largas horas frente al ordenador, navegando en la red, y casi siempre termino leyendo de un tema totalmente distinto y en apariencia sin relación alguna al que motivó mi búsqueda.
Por su puesto que mi mente termina siendo una maraña de ideas, categorizaciones filosóficas sin ton ni son y quien sabe Dios que más y me veo obligada a hacer catarsis ocupándome en algo diferente.
Así, a una temporada de intensa lectura e investigación sigue una de ocio y posteriormente una de labores manuales, tejido, cocina, escritura y música, para regresar de nuevo a la lectura.
Cuando llegó a mis manos el libro que ocupa esta entrada, o “A Wonder book for girls and boys” como se titula originalmente en inglés, me encontraba en una etapa de ocio y convivencia familiar, así que al llegar a casa le di al libro un lugar en el estante de mi cabecera –donde se encuentran la mayoría de los libros leídos en los últimos meses- y continué con mi vida.
A penas hoy decidí regresar a la lectura y recordé ese libro. Al tomarlo entre mis manos y abrirlo, el efecto de la magia regresó, atrapándome de forma incomprensible, pero sublime y hermosamente. Comprendí en ese instante que en verdad ese libro había estado esperándome. Estaba destinado a mi.
Como el camino a mi trabajo es largo (Casi hora y media); suelo tener tiempo abundante para ocuparlo en algo como leer. De inmediato me ocupé en comenzar este maravilloso libro. Soy de las que leo hasta el prólogo, notas a la edición y hasta la ficha bibliográfica.
Fue delicioso encontrarme con un prólogo lleno de historia narrada de forma interesante, al punto que realmente logra su cometido: Invitar a la lectura de la obra, además de ilustrarnos amenamente acerca de la personalidad y vida del autor, con un toque de disertación filosófica y existencialista, cosa que logra la prologuista de forma muy literaria al hacer una Comparación entre Nathaniel y el Mago Merlín (ya que Hawthorne nació en Salem…. Tradicionalmente considerado lugar de brujas y magos). Curioso me parece que el Hawthorne desciende de “…uno de los jueces que con mayor rigor puritano participó en los célebres procesos de Brujas de Salem (en 1962) y quien recibió una maldición sobre su estirpe por una de aquellas mujeres condenadas a la hoguera: god will give you blood to drink…”.
Si han oído de La letra Escarlata, o vieron la película podrán tener un atisbo de idea acerca de la calidad del Autor, ya que esta citada obra es de su inspiración.
Melville en agradecimiento por su amistad dedicó a Hawthorne su obra Moby Dick, y Charles Ives compuso una de las Sonatas Concord a su “melancólico y misterioso mundo”. Este último comentó: “La obra de Hawthorne parece escrita en tono elevado, siempre nos produce involuntariamente, la impresión de un mayor esfuerzo, porque tenemos que forzar la voz para llegar a los tonos altos. Nos envolvemos en su magia. Nos sentimos bajo un hechizo similar al del sapo encantado”.
Cuando la Tierra era niña estuvo a punto de quemarse. Es curioso que fue salvado por el gato del autor (Arturo, se llamaba el gato), del fuego. Supongo le debo gratitud a dicho gato; es un libro maravilloso ya que desde que comienza el primer relato (La cabeza de la Gorgona), atrapa con su estilo y libertad con que moldeó formas sacralizadas por siglos (me refiero a los objetos que conforman la temática del libro: Mitológicos), ya que como culmina la prologuista:
“Hawthorne nos muestra un nuevo lenguaje, no es algo que ocurre, sino la forma en que lo hace, una adivinanza donde todas las respuestas son posibles, un caleidoscopio que nos deja ver más allá de un gato, un espejo o una cinta rosada. Y como todo gato sabe, siempre hay algo oculto detrás de las cosas. Sólo hay que tomarlo. Entonces, que esperas…. pasa la hoja…. busca la magia…..”.
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