jueves, 14 de enero de 2010

TRAFICANTE DE LIBROS

Hola a todos... hacía meses que no escribía, pues la escuela me tuvo fuera de circulación... pero he aquí, de vuelta. Les comparto un cuentito que escribí hace unos meses. Dejen comentario....

TRAFICANTE DE LIBROS

Intentaba parecer ordinaria mientras caminaba acompasadamente con el paquete pendiendo de mi mano derecha, al tiempo que aparentaba tararear algo.
-¿Que llevas ahí? ¡Muéstramelo!- Dijo el guardia con gesto desconfiado, que se acercó y azuzó un poco la bolsa “térmica” que yo cargaba, con su bastón.

No tenía ni idea de cómo conseguía mantenerme ecuánime y guardar el aspecto de una “simple chica alegre que lleva la cena a casa”.
-Es pollo frito y puré de patatas con un delicioso gravy. De hecho… el mejor que hay en la ciudad! Aún está bastante caliente; ¿Quiere un poco?- Dije, al tiempo que abría el paquete y mostraba su aromático contenido al oficial de policía, quien husmeaba con sus narices dentro de la bolsa.
-Lo siento. Estoy de turno; no sería aprobado. Talvés en otra ocasión… Que tengas buenas noches.
El guardia pensó para si talvés, que había sido “inapropiado” detenerme, ya que era “evidentemente” inocente, pero, ¿Qué podía hacer?... Era su trabajo. Yo asentí con un gesto de cabeza a su despedida y le devolví el Buenas noches, cuando ya había reemprendido la marcha. Doblé en la primera esquina y cuando me hube asegurado de quedar fuera de la vista de nadie – o de cualquiera- me replegué contra la pared y suspiré pretendiendo volver a su ritmo normal mis desbocados latidos.
Miré al cielo estrellado y me dije en silencio que necesitaba continuar de inmediato. En pocos minutos llegue a un callejón oscuro y entré decididamente en el después de asegurarme nuevamente que nadie se percatara de mi presencia.
Al final del callejón, entre la penumbra, percibí un bulto humano y un sonido de tecolote: era la señal.
- Llegas con tres minutos de retraso.- Me dijo la voz.
- Lo siento; un guardia me ha detenido.- A pesar de la oscuridad pude ver que su expresión furiosa cambió desorbitando casi sus ambarinos ojos.-Descuida,- proseguí- No ha sospechado nada.
El hombre hizo una mueca de disgusto y escupió nervioso:
-Y bueno, ¿Has traído el paquete o que?
Me apresuré a sacar el pollo y el paquete que había debajo de él:
- Aquí está; justo como acordamos: En perfecto estado.-
El tipo se colocó unos lentes de visión nocturna y tomó entre sus manos aquel ejemplar original Kantiano de “Crítica de la razón Pura”. Lo revisó por todas partes y hojeó con una discreta sonrisa de satisfacción. Sacó algo del bolso de la chaqueta y lo depositó en mi mano:
-$400, como quedamos. ¿Quieres contarlos?
-No, como siempre. Y ahora, ya sabes, tomaremos rumbos opuestos.
-Por supuesto. Ya te contactaré para la siguiente entrega.
-Tendrá que ser pronto. En dos semanas partiré en un viaje de u mes, por un cargamento a Inglaterra.
-Así será. Hasta entonces.

El salió primero del callejón. Un par de minutos después salí yo de ahí.
Camino a casa, mientras esperaba poder cenar el pollo que había estado paseando por media ciudad, pensaba en la ironía de mi situación: Yo, que me había jactado de respetar la ley toda mi vida a pesar de cuestionarla, me encontraba ahora en Chicago, convertida en un traficante de Libros; justo como un siglo atrás, Alphonse Capone había traficado con Whisky, en esta misma ciudad.
¿Qué habría sucedido si el guardia me hubiera descubierto? La respuesta era obvia; Me habría disparado al instante. Esa era la orden. Desde que el congreso había legislado en Francia que era un Crimen fabricar y consumir papel y por tanto, cualquier objeto derivado de él, se discutió al seno de las Naciones Unidas la necesidad de crear Instrumentos Internacionales para erradicar el Uso del Papel. Como consecuencia, también se prohibieron los libros impresos. Llegó el momento en que sólo se podían encontrar en las Bibliotecas, que eran, por cierto, más custodiadas que las Prisiones.
En esta era de la Tecnología y el culmen de la crisis ambiental global, las pantallas habían sustituido las hojas de un libro. Era una orden mundial eliminar a cualquier desafiante de la política antilibros: Sólo las bibliotecas podían tener libros. Si a un particular se le sorprendía con uno, era eliminado inmediatamente.
Pero los libres de conciencia percibíamos un trasfondo en esas disposiciones. Una consigna de los Illuminati para combatir el pensamiento libre y volver más manipulables a los ciudadanos comunes de cualquier nación; ya que era por su puesto, más fácil rastrear el contenido de la información circulante en los medios electrónicos que la de cualquier medio impreso.
Pero yo era una condenada por mi propia ideología. La Sociedad Secreta de Bibliófilos me había acogido en su seno hacía 3 años y desde entonces había dedicado mi vida a la causa.
Pensaba en todo esto, cuando llegué a casa. Metí el pollo al horno por unos minutos y mientras esperaba, puse en la consola un disco de Wagner. Me serví un vaso de Cerveza y me senté en el sofá. Pasaron dos melodías cuando la cena estuvo lista. Me pareció el mejor pollo en años. Recogí la cocina y me fui a dormir.
Esa noche soñé con Gansters vestidos con sus impecables trajes de los años 20’s, delante de sus hermosos Ford Clásicos, armados hasta los dientes y comandados por Capone, Dillinger y Bugsy Siegel, empeñados en batallas urbanas, luchando por… el mercado negro de libros; en mi sueño, miré al interior de sus autos y bodegas y no pude encontrar botellas de whisky; solo había libros.

1 comentario:

Anónimo dijo...

si hay personas q matan x droga. habra gente q se haga adicta de la buena lectura?? yo creo q si. lo peor es q lo tenemos al alcanse y no lo apreciamos. no cabe duda q nadien aprecia lo q tiene hasta q lo ve perdido. saludos marina de un sastre llamado samuel q dibaga x esta bella ciudad.