jueves, 29 de julio de 2010

La tentación y la oración

¿Habeis sentido el dulcísimo fuego que abraza nuestro corazón cuando nos abrazamos a Cristo para vencer la tentación?
La tentación es siempre la oportunidad de inhundarnos del amor de Dios, pues nos otorga la oportunidad de obtener la gracia si confiamos en Él.
La adversidad y la tentación pueden ser buenas para el hombre, pues le permite reconocerse como es; débil e imperfecto; capaz de cosas insospechadas para él mismo. Y le muestra también la vanalidad de depositar la esperanza en las cosas del mundo. Le aleja así de la vanagloria que tan nociva es para adelantar en la virtud.
La tentación es inherente a nuestra naturaleza humana, pues en nuestro propia condición se haya la fuente de la tentación: La concupiscencia.
Pero que seamos abatidos tan seguido y tan fácilmente por la tentación (y en nuestros tiempos incluso como si fuese lo más natural e incluso "bueno") es a causa de nuestra inconstancia en las cosas del espíritu, en la falta de oración, de análisis de nuestro proceder y de contrición por nuestras faltas.
Las obras siempre reflejan la naturaleza de nuestro espíritu. Así, cuanto más réprobas sean nuestras obras, tanto más será lo que hay en nuestro corazón y por tanto, más será la ayuda del espíritu santo que necesitaremos para adelantar en la virtud.
La oración juega un papel importantísimo en ello, pues es así como el espíritu nos da discernimiento y una de las formas en que se obtiene la gracia. El rosario, poderosa arma del cristiano ante la tentación, nos permite contemplar de la mano de María los Misterios de su Divino Hijo y abrazarnos a la Cruz para obtener la gracia y discernimiento necesarios para vencer la tentación y adelantar en la virtud, que tanto agrada a nuestro padre.
La santidad, por tanto, no reside en la ausencia de tentaciones, sino en la virtud de imponerse a ellas con ayuda de la gracia divina, la humildad, la perseverancia y la oración.
Oh! Jesús, ¡permítenos siempre inhundar nuestros corazones de ese dulcísimo fuego de tu amor, que quema a cuantos te contemplan, como el amado a su amante!
María, madre nuestra ¡llevanos con tu ternísimo y bondadoso amor de la mano en la búsqueda y a la presencia de tu hijo, para ser ante sus ojos, inmaculados y dóciles como tu!

1 comentario:

samuel dijo...

dios odia el pecado mas tiene compasion del pecador nuestros pecados han hecho una barrera entre el hombre y dios el arrepentimiento sincero y la oracion te ayuda y te hace fuerte y no ser un esclavo del pecado