Hace un mes que ella se ha ido; que su corazón dejó de latir. Fué un proceso gradual de decadencia, por supuesto. Pero... ¿Para que hablar de su muerte? ¡Si ésta sólo dura un instante! En cambio yo... la tuve toda mi vida. Mi abuela pudo ser para muchos un ser perverso; pero yo conocí además su lado especialmente cálido. Para mi era maravillosa. Ella cuido de mi cuando yo era pequeña. Puedo decir que había especial predilección de su parte por mi frente a otros nietos de mi edad. Recuerdo que me compraba lindos vestidos, me llevaba a tomar malteadas a la cafetería de Sears y me preparaba mis platillos preferidos. Me enseñó además dos cosas importantísimas en la vida: Disciplina y pulcritud. Claro! además, le heredé la buena sazón y el gusto por la cocina. Ella también me hizo daño, es cierto... pero yo la perdoné y eso me quita el derecho a hablar de ello. Al final de su vida reivindicó todos los errores que pudiera haber cometido, pues en su cuerpo débil y enfermo, en su espíritu necesitado de amor... Pude encontrar a Jesucristo y cultivar la paciencia, la caridad y el amor en toda su dimensión. ¿Como puedo yo hablar de su muerte si solo obtuve de ella maravillosos recuerdos y una lección de vida?
R.I.P. Ana María Hernández Casillas
28 de Julio de 1929 a 28 de Julio de 2009.
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