Ella venía de algún lugar de Madagascar.
El, bueno... tenía quizás sus raíces en América, aunque probablemente haya viajado por todo el mundo. A simple vista, El era exquisito, firme, compacto... ¡Cuánta gala hacía de su bien parodiada masculinidad!
Pero Ella no se quedaba atrás en lo suyo; sólo de verla... cualquiera desearía devorarla lentamente, intentando prolongar el placer que de su sola voluptuosidad emanaba. Su pálido color y vulnerable aspecto, hacían recordar a la más bella y exquisita, y ¡Que decir de sus redondas formas!. Su gélido tacto era el contraste perfecto ante la febril temperatura que de Él emanaba.
Tan pronto se tocaron ella comenzó a derretirse -evidentemente no podía resistir a tu tacto- y terminó bañándolo por completo, con su propia esencia.
Todo ocurrió ante mis ojos. Yo no gustaba del Voyeurismo ni siquiera en algún rincón oscuro y perdido de mi subconciente (Bueno, quizás si, después de todo), pero cuando se es testigo de esta clase de uniones.... Es imposible no querer participar. Así que tomé un bocado de aquel manjar, y ansiosa lo llevé a mi boca, donde cálidamente me inundó, llevandome al mismo exquisito éxtasis que ellos habían mostrado.
Ah! Que delicioso Brownie... y ni hablar de la bola de helado de Vainilla que lo acompaño!
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