Nota: Las siguientes entras (Yo Vampiro I, II y III) han sido publicadas previamente en otro medio, no son recientes. Espero les gusten. un abrazo.
I
La fe en los simples mortales es una banalidad y una necedad. Ahora comprendo porqué me observo sola, en el horizonte de esta existencia; porque al final, la decepción es inevitable. Nada hay en su frágil y caprichosa naturaleza que pueda hacerme confar. Nada pueden tampoco hacer para que crea en ellos, porque nada hay en mi reacia y caprichosa naturaleza que pueda hacerme creer.
Lo único que me hace de cierta identificación con ellos, es que ambos tenemos derecho al capricho como consuelo de nuestra miserable existencia. Elllos por lo lo efímero de su vida; Yo, por lo insondable de la nuestra. Ante la eternidad, sólo me queda el gusto del capricho, como fuente de única elección real. en especial el capricho de jugar a ser uno de llos; un humano. Uno que cree, uno que ama. Uno que les ama. Uno que puede ser amado.
Aunque al final, eso haga nuestra existencia más miserable. Como dije; al final, la decepción, la desilusión es inevitable. Sucede cada cuanto que, nos damos cuenta que nuestro capricho de jugar vuelve real lo jugado. no solos humanos (¡No soy humana!). No creemos, no amamos. No los amamos. No somos amados. es posible que, lo más triste sea, que [los que toman mi camino] talvés sí los amamos. Eso también es inevitable cuando, en contraste con nuestra propia naturaleza, podemos comprender la naturaleza de su fragilidad. Eso los hace más poderosos, más bellos y, ciertamente, más imbéciles.
Talvés por eso les odio a veces; porque ante la inminencia de su muerte, de lo finito de su existencia, no aprecian la oportunidad de elegir sus destinos, de hacer de sus vidas una obra maestra. Mientras, nosotros nos encontramos impotentes, estériles ante la eternidad. Sólo somos testigos. Caprichosos; pero al fin, sólo testigos...
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